lunes, 20 de diciembre de 2010

GRAN ESTAFA


Por Martín Caparrós

La dictadura militar ha generado incontables víctimas, y, entre ellas, la palabra memoria. Memoria, que quiere decir en español tantas cosas, pero que en la lengua de la Argentina de hoy es un sustantivo femenino, al cual se le adjudica un solo significado: el recuerdo de la dictadura militar de 1976-1983 y de sus víctimas
Pero este tipo de memoria, que se manifiesta tan monumental e inconmovible, se modifica. Lo recordado cambia según el punto temporal y el objetivo. Memoria, ese gran tema argentino de las últimas décadas, pasó hasta el momento por tres fases diferentes, y que tienen en común que todas fueron escritas por las víctimas.
Los ricos de la Argentina, que gracias a los golpes militares conservaron su poder, tuvieron que asumir desde el principio, que esta intervención militar fuera demonizada, porque en sus métodos era imposible de defender. Como cuenta la historia y se recuerda, los que determinaban no eran los ganadores, sino nosotros, los perdedores. Pero con el transcurso del tiempo, la memoria fue cambiando. Entre 1978 y 1995, se pensó en los activistas políticos a los que los uniformados habían asesinado, sobre todo como víctimas. Cuando comenzaron las primeras Madres de la Plaza de Mayo a aparecer por despachos y autoridades, para buscar a sus hijos, lo último que harían era mencionar la militancia política de esos chicos, de la que por otra parte en muchas ocasiones nada sabían. Por eso presentaban a sus hijos como inocentes indefensos, que sucumbieron ante la maldad de un grupo de perversos sedientos de sangre
Esa lectura fue tomada por las organizaciones de derechos humanos, lo que se reflejó en el informe “Nunca Más”, en el cual se volcó el horror recogido por una comisión investigadora. En ese texto aparecen los secuestrados y asesinados como personas sin historia anterior, se informa sobre ellos sobre cuando fueron secuestrados y asesinados. Por eso comenzó a denominarselos en general como desaparecidos
Esto se modificó a partir de los noventa, cuando algunos de nosotros comenzamos a insistir con que se los haría desaparecer por segunda vez si sólo los rememoráramos como objetos de sus verdugos en lugar de como sujetos con sus propias decisiones, a los que se les expropiaba su historia anterior.
Por ello se hicieron esfuerzos para devolver a los desaparecidos sus historias de vida. Se conoció más sobre su vida, y sobre los caminos que habían transitado, y así salió cada vez más a la luz, que la mayoría fueron víctimas de la dictadura, porque habían decidido luchar por un radical cambio de la sociedad que los uniformados defendían.
Esta nueva manera de recordar las historias de vida permitió darles un sentido político más abarcativo. Y a través de ello fue también posible, recordar que los asesinos no mataban porque fueran perversos, sino porque querían mantener su orden social y económico, que al final triunfaron y fueron la base de la Argentina de hoy. Al mismo tiempo comenzó un debate serio y mejor documentado sobre los objetivos y práctica política de los activistas, sus errores y aciertos.
Hasta que en el año 2003 llegó al poder Néstor Kirchner. Quien sabe cómo se le ocurrió a este gobernador de una provincia muy patagónica el repentinamente considerar a los activistas de los setenta como sus antecesores políticos, tomarlos como referencia histórica, él, que con veinte años de ejercicio del poder en Santa Cruz nunca mostró el menor interés sobre este tema. Para ello debía falsearse la historia: ya que Néstor Kirchner y su mujer Cristina no tenían ninguna intención de asumir convicciones socialistas, las que habían costado la vida a los militantes de aquel entonces, los convirtieron entonces en unos extraños activistas socialdemócratas; rescataban la militancia, pero los vaciaron de contenido y l objetivo político. De esta manera pudieron convertir a estos militantes revolucionarios en mitos fundacionales de un gobierno que pudiera reconstruir el estado burgués en Argentina y poder incorporarlos en su rol dentro del capitalismo globalizado
Cómo funciona esta operación, se mostró claramente cuando fue el presidente Kirchner a Vedia, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, al inaugurar un par de aulas y unos metros de asfalto. Dijo que lo movía ir a Vedia, porque en los setenta había debatido con ”algunos desaparecidos” de Vedia, “cómo podríamos construir un país mejor”, y que, “como soñamos en ese entonces, ninguno podía imaginarse que eso podría ser realizado como presidente, lo que hubieran querido para Vedia”. Sus camaradas murieron en lucha por el socialismo, y él decía, que lo que hubieran querido era un par de metros de adoquines y las aulas.
Con esta estrategia los Kirchner llevaron a cabo un fraude fundamental: que este gobierno sea la voluntad de los hombres y mujeres de aquel entonces. Esto es asombroso: porque cada análisis de las correspondientes expectativas de los unos y de los otros sacan a la luz resistencias inconciliables. Pero en una sociedad sin un proyecto común, en la cual cada alternativa es reemplazada por un pragmatismo barato, la retórica puede ocupar un lugar de la política. Algunos intelectuales se han visto envueltos en este verso y han cerrado los ojos a lo que los rodea. Se han dejado arrullar. Ayudan además a popularizar esta impostura y a generalizarla. Por ello muchos argentinos creen que los que hoy gobiernan, serían como los activistas políticos de los 70. Por tanto creen, por su ejercicio del poder, que esos activistas revolucionarios muestran hoy su peor cara, porque mienten, porque amenazan, porque se enriquecen. Lo que permite por otra parte a las cabezas del establishment , revisar las formas convencionales del pensamiento. Por décadas, por la presión de la sociedad tuvieron que convivir con la idea de que hubo una voluntariosa juventud que murió por sus convicciones. Con las desvergonzadas maniobras del gobierno pueden retomar el imaginario de los medios de comunicación masivos que ya en 1976, al comienzo de la dictadura, legitimaron los asesinatos; que los activistas políticos eran individuos violentos, peligrosos, falsos, malos, llenos de odio y avaricia, que lo que les pasó lo tenían merecido.
La porción de la sociedad, que ganó la batalla política y económica con el golpe del 76, puede ahora, después de la gran estafa kirchnerista, pasar al contraataque: porque ellos quieren ahora también controlar las formas de la memoria. Libros, artículos, debates televisivos: la lucha ya está en la calle, y es dura.

2 comentarios:

  1. Estimado señor:
    Usted extrajo la traducción de este artículo de nuestro blog. Yo mismo hice la traducción. Le agradecería que, o bien ponga el artículo completo con nuestra introducción, y la fuente, que es lo que se hace entre blogueros, http://huincanoalineados.blogspot.com/2010/10/la-gran-estafa-kirchnerista-articulo-de.html, (incluida la del diario alemán en la que se publicó), o bien, busque usted el original en alemán y lo mande a traducir.
    Saludos
    RH

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  2. muchachos, acabo de encontrar este texto que, según dice ahí, escribí yo. yo no lo escribí, ni escribo así. sí son cosas que yo pienso, por lo que me imagino que deben venir de alguna entrevista que me hicieron. sería bueno que entonces lo presentaran como tal, porque no es en absoluto lo mismo, y ustedes no quieren caer en el mismo tipo de estafa que denuncian, no?
    gracias, un abrazo.
    martin caparrós martin@caparros.info

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